martes, 2 de noviembre de 2010

TRES VIRTUDES PARA CONSTRUIR

Jorge Meléndrez

La mejor forma de comunicarnos es la palabra, de ahí que ésta, la palabra, tenga un extraño poder e influencia sobre las personas. Esto lo han sabido muy bien a lo largo de la historia, personajes que han cambiado al mundo, tanto en lo positivo como en lo negativo y que han creado grandes corrientes de pensamiento y acción.

Entre los primeros, encontramos a los griegos precursores del pensamiento filosófico, a Jesucristo, como fuerza motriz de un movimiento espiritual religioso, a Mahatma Gandhi como líder político espiritual de un pueblo, y entre éstos, a muchos otros que con el poder de su palabra han participado en la conformación de un mundo mejor.

De igual manera, tenemos en la historia a personajes que con el poder de su palabra han tenido influencia negativa en las personas y han sido los propiciadores de movimientos sociales que han sacudido al mundo en el terreno del mal, pudiendo citar entre éstos, a Hitler y Mussolini, artífices de la crueldad y exterminio de millones de seres humanos motivados por el poder político y el expansionismo delirante, a Nerón, personaje siniestro, caprichoso, egocéntrico y cobarde que fue artífice de una época de horror y muerte de los cristianos, a Calígula, el emperador romano que se distinguió por su locura y crueldad frente el pueblo romano, y más recientemente, a algunos líderes políticos de nuestra América que han sabido cautivar con su palabra a sus conciudadanos a pesar de que propician restricciones y abusos de todo tipo.

Podemos ver de acuerdo con la historia, que los seres humanos tenemos la facultad de conectar nuestro cerebro con la lengua y manipular las conciencias de los demás con el fin de que sus actitudes y comportamientos sean de acuerdo a lo que nosotros queremos, pudiendo ser éstos últimos propósitos, aspectos positivos y negativos, mediante los cuales podemos ayudar o destruir a las personas.

Nuestro libre albedrío le dicta a nuestra conciencia, el tipo de propósitos que debemos buscar. Aquí es cuando hay que tener mucho cuidado con lo que decimos, pues nuestras palabras, como expresión de nuestros pensamientos, son como la “varita mágica” de lo que queremos, y al final de cuentas es lo que el Cosmos nos retribuye. En pocas palabras, si pensamos, decimos y actuamos mal, lo que obtendremos serán cosas malas, y si pensamos, decimos y actuamos bien, nuestros resultados serán siempre buenos. Por ello, debemos cuidar siempre lo que decimos.

Para evitar hacer el mal o buscar hacer el bien, no es suficiente recurrir a los hechos de los personajes de la historia como los que citamos, pues si bien es cierto lo que algunos hicieron estaba dentro del terreno del mal, debemos entender y aprender a ver que dentro del mal existen matices derivados del nivel y grado de maldad que propiciamos, por lo que no basta alejarnos del mal para hacer bien las cosas, sino acercarnos al bien mediante el pensamiento, la palabra y la obra.

Para entender y aprender a distinguir los matices que tanto de bien como de mal tienen las cosas, debemos tener siempre en mente cumplir al menos con tres principios esenciales que son el motor de las buenas decisiones. Estos son: Ser prudente, ser bien intencionado y ser generoso.

La prudencia está considerada como la madre de todas las virtudes, ya que ayuda al hombre a poner atención a la voz de su conciencia, en vez de poner atención a la voz de los sentidos. Un hombre prudente sabe comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado.

La intencionalidad es una característica fundamental de la conciencia del ser humano y se distingue por el simple hecho de que refleja la disposición hacia el logro de algo que se desea. La intencionalidad se distingue también tanto por los fines como por los medios que se utilizan, de ahí que podamos decir que existe tanto la buena intencionalidad como la mala intencionalidad. La primera busca construir, la segunda destruye. Así de simple.

La generosidad, es una virtud que guía al ser humano por el camino del bien, es la expresión humana más sublime por el simple hecho de que implica desprendimiento de algo que poseemos a favor de los demás. Esta virtud presupone otras como la caridad, la humildad y sobre todo, el amor al prójimo.

Debemos pues cuidar siempre lo que decimos, además de lo que pensamos y hacemos, pues con nuestra palabra imprudente y actitudes impulsivas, podemos de manera mal intencionada, tratar de destruir a las personas, aún a aquellas que han sido generosos y que nos han ayudado en muchos ámbitos de nuestra vida personal. JM Desde la universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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