sábado, 7 de junio de 2008

Reflexiones

APRENDIENDO A AFINAR NUESTRACONCIENCIA

Jorge Meléndrez

La sabiduría divina infundió al ser humano junto con el soplo de vida, la conciencia como una cualidad intrínseca que nos hace diferentes a otros seres del reino animal. La conciencia es importante por que se comporta como un severo juez de nuestras acciones y nos permite además, el conocimiento interior de todo aquello que se encuentra dentro de los límites del bien y el mal. En este sentido, la conciencia es una propiedad del espíritu del hombre que le permite conocerse a si mismo y conocer el mundo que le rodea.

En la vida diaria, vivimos situaciones diversas, algunas de tipo familiar, otras más dentro de nuestro mundo laboral, y otras más de carácter cívico o religioso, y en todas y cada una de ellas, somos testigos, de alguna manera, del papel que jugamos dentro de ese contexto social y del que juegan el resto de las personas; y es nuestra conciencia la que nos permite entender cabalmente lo que esta bien y lo que esta mal, y sobre todo aquello que nos perjudica o nos beneficia.

Sabemos por ejemplo que debemos respetar el orden social con el fin de ser protagonistas de una ciudadanía ordenada y respetuosa y estamos concientes además, que la educación de la conciencia es un elemento indispensable a los seres humanos por el simple hecho de que cotidianamente estamos sometidos a influencias negativas y tentaciones por situaciones que si bien nos pueden beneficiar, perjudican a otros. Aquí es cuando debemos afinar nuestro propio juicio con el fin de que actuando con conciencia, no trastoquemos el orden establecido.

Podemos distinguir diversos escenarios donde la conciencia juega un papel relevante, escenarios donde el espíritu humano adquiere una dimensión tal que hace que la persona se distinga como alguien respetable y responsable, y por lo mismo sea ejemplo para sus semejantes. Citaremos tan solo dos escenarios, el de la conciencia moral y el de la conciencia cívica o ciudadana.

Para una adecuada conciencia moral, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar por lo que es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica en todas las acciones de nuestra vida. Por ejemplo en lo que respecta a nuestra convivencia diaria, debemos aprender a no utilizar palabras obscenas, hablar siempre con la verdad, conducirnos con rectitud y respetar siempre el derecho de los demás, sin dejar de mencionar que debemos ser sujetos activos dentro de nuestra comunidad religiosa, con el fin de no pasar desapercibidos a los ojos de Dios.

La conciencia es una ley de nuestro espíritu, que va más allá de él pues lo trasciende; nos dicta órdenes de sana convivencia y nos enseña los caminos de la fe, la esperanza y la caridad. Nos significa responsabilidad y deber, temor y recompensa. En ese sentido, la conciencia es la mensajera de los susurros de Dios y además, la fuerza que nos une a Él.

Por lo que respecta a la conciencia cívica o ciudadana, debemos conducirnos dentro del orden y la tolerancia, y ser respetuosos de todos aquellos reglamentos que sirven para una convivencia armónica. Podemos citar por ejemplo el hecho de que por necesidad vivimos en comunidades donde es necesario una cultura ecologista, la que debemos manifestarla de manera permanente. Debemos tomar conciencia de que es necesario reciclar los desperdicios para evitar enfermedades infecto-contagiosas, cuidar el agua usando la necesaria con el fin de que las futuras generaciones la tengan siempre disponible, sembrar un árbol con el fin de contribuir a la generación de oxígeno y eliminación de bióxido de carbono, afinar los vehículos para controlar la emisión de gases nocivos y el efecto invernadero entre otras muchas acciones.

Hay que reconocerlo, así como la formación de buenos hábitos a través de virtudes humanas significa ser una persona de bien, la afinación de la conciencia es una tarea que debe realizarse durante toda la vida. Desde los primeros años debe despertarse en el niño el conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral, con el fin de que crezca amando la naturaleza, cuidando el planeta y respetando a sus semejantes, en una palabra, viviendo con conciencia ciudadana.

Una educación prudente desde temprana edad, enseña el valor de las virtudes humanas y de alguna manera preserva al ser humano para una vida adulta libre de miedos, de egoísmos y de falsos orgullos, así como de los insanos sentimientos de culpabilidad nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. En este sentido, la educación o afinación de la conciencia, garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com