viernes, 15 de febrero de 2008

Reflexiones

LA VIRTUD DE LA OBEDIENCIA

Jorge Meléndrez

Los seres humanos somos gregarios por naturaleza y por lo mismo, vivimos dentro de esquemas de reglas de convivencia, ya sea dentro del hogar, en la escuela, en el centro de trabajo o en la sociedad misma, reglas que en muchas ocasiones son coincidentes con nuestra forma de pensar, y en otras tantas, podemos advertir divergencias notables. Lo que sí es una verdad de Perogrullo, es que dichas reglas fueron hechas para ser tomadas en cuenta a la hora de decidir algo.

De lo anterior, se desprende el hecho de que vivimos condicionados por el respeto a dichas normas, y por lo mismo, a guardar la vigencia de las mismas a través de la obediencia a todas y cada una de los ordenamientos que en dichas normas se señalan, lo que se traduce, por lo general, a una sana convivencia entre las personas. En pocas palabras, si estamos condicionados a convivir socialmente, lo menos que debemos hacer para que las relaciones sean sanas y de respeto mutuo, es hacerlo de acuerdo a las normas establecidas.

Habría que reconocer que la obediencia es, en muchas ocasiones, una acción poco agradable para las personas, por el simple hecho de que como seres humanos en libertad de decidir, sentimos que se nos coarta dicha liberad y se nos sujeta a criterios emanados de terceros, los que en ocasiones, no son coincidentes con los nuestros. Pongamos como ejemplo los límites de velocidad dentro de la ciudad y en vialidades periféricas, y ni que decir del estacionamiento de vehículos en las aceras de las calles y avenidas, así como los pases peatonales y los semáforos. Solo en estos ejemplos, podemos ver cotidianamente, violaciones al reglamento vigente, y lo hacemos tan natural y cotidiano, que nos acostumbramos y terminamos creyendo que todo está bien, y que quienes están mal, son los uniformados agentes que sufren las de Caín para hacer valer la obediencia de dichas normas.

Podemos trasladarnos al hogar, y con seguridad podremos advertir muchos momentos en los que se rompen las más elementales reglas de convivencia, que por lo mismo trastocan el orden y la disciplina. Aquí, los paterfamilias y sobre todo las mamás, hacen grandes esfuerzos por que se cumplan dichas normas, pues al no estar escritas, hacen pensar y sentir a los miembros de las familias, sin importar el rol que desempeñen dentro de las mismas, que cada quién puede hacer lo que se le antoja, aún si va en contra del elemental derecho de los demás miembros.

En la escuela, tenemos también la oportunidad de ver como se violentan las más elementales reglas de convivencia entre alumnos y profesores, ya sea en los horarios de entrada y salida, en el cumplimiento de los deberes escolares, en el orden y la disciplina dentro del aula entre otras, situaciones que a pesar de ser aspectos que en muchas ocasiones están escritos en un reglamento interior, la inercia y la costumbre nos llevan al incumplimiento cotidiano.

De igual manera, las empresas como centros de trabajo, no están exentas de este mismo fenómeno, donde tanto empleados como clientes, en ocasiones no cumplen con lo establecido, lo que de alguna manera, genera ambientes de malestar y a la postre, bajos niveles de rentabilidad en detrimento de los intereses de los accionistas o dueños de las mismas.

Podemos advertir, en estos breves ejemplos, que existe una marcada tendencia a la desobediencia, en los ámbitos donde nos desenvolvemos diariamente, por lo que es necesario hacer un alto y meditar un poco acerca de este fenómeno de la conducta humana, con el fin de empezar a cambiar formas, estilos y esquemas que poco bien le hacen a una sociedad en desarrollo, pues de no modificar nuestros criterios, estaremos condenados a vivir en una sociedad en deterioro.

Debemos empezar a admitir que nuestro ámbito de libertad concluye en los límites de la libertad de los demás, así como a reconocer que por naturaleza humana, somos personas diferentes entre sí, en gustos y preferencias y por lo mismo, debemos empezar a cambiar nuestros viejos hábitos donde buscamos siempre “ganar” aunque otros pierdan. Cambiar esta óptica, nos llevará a un esquema de “ganar, ganar” y por lo mismo, a vivir en una sociedad más educada y más rica en ambientes de cultura social.

Debe quedar claro, la obediencia no hace distinciones de personas y situaciones, para que sea realmente un valor de convivencia y una virtud humana, debe ir acompañada de nuestra voluntad de hacer las cosas, agregando nuestro ingenio y capacidad para obtener un resultado igual o mejor de lo esperado. Por tanto, el obedecer es un acto consciente, producto del razonamiento, discriminando todo sentimiento opuesto hacia las personas o actividades.

Moraleja: La obediencia es una virtud que debe iniciar como un hábito cotidiano, para después convertirse en una costumbre de vida. ¿No lo cree usted así? JM Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com
Reflexiones

EL VALOR DE SER PERSONA

Jorge Meléndrez

El ser humano pensante, con sentimientos y voluntad, es de un valor incalculable merced a su dignidad individual, y por el hecho de que la persona humana tiene un dinamismo interior que la impulsa a rechazar el ser tratada como un objeto, como un mero medio y no como un fin. La persona desea, desde lo más profundo de su ser, ser tratada como persona digna y respetable.
Por otra parte, frente a la persona humana, tenemos al grupo social, que no es otra cosa más que la unión solidaria de individuos en ocasiones diferentes entre sí pero con un fin común que los dignifica de manera individual. En ese sentido, el grupo social disfruta del valor que le otorgan cada uno de sus integrantes, por el hecho de que cada integrante, es en si mismo una persona total y acabada. El grupo social es en si mismo, una suma de individuos, de voluntades y de conciencias, aunque no siempre concordantes entre si.

Tenemos entonces que en el mundo, coexisten de manera simultanea grupos e individuos, y aunque por si mismos cada uno de ellos disfruta de un valor incalculable, por el simple hecho de que la persona humana es de individualidad y singularidad absoluta, tiene un valor mayor que el del grupo social al que pertenece, por la simple y sencilla razón de que el grupo en sí mismo es tan solo una forma social producto de la evolución social del hombre mismo.

Lo bueno de todo, es que el grupo significa frente al individuo, ausencia de vulnerabilidad frente al entorno, por el hecho de que dentro de los grupos, es donde se da con frecuencia el valor de la solidaridad, pues en la medida en la que cada integrante aporte fuerza, inteligencia y voluntad de manera sinérgica, el todo resultante es mucho mayor que la suma de los esfuerzos y aportaciones individuales, lo que significa que el individuo dimensiona su valor, pues por el solo hecho de dar y darse a sí mismo, recibe y se engrandece.
Hay quienes piensan, sin embargo, que el individuo que no pertenece a grupo alguno es un individuo cuyo valor es intrascendente, sin embargo, no perciben que el valor de la trascendencia individual, se da más por como un acto cualquiera a través del cual el ser humano va más allá de sí mismo, elevándose a una etapa evolutiva más elevada.
Por ello es necesario educarnos en la virtud o el valor del ser individuos totales y acabados, trascendentes y humanos en el más amplio sentido y significado de la palabra y no perder el sentido de ser persona, respetuosa y tolerante con otros individuos que por el solo hecho de serlo, disfrutan de la misma dignidad trascendente como la nuestra.
Debemos también aprender a estar conscientes de que el valor del grupo está en función del valor del individuo, y no a la inversa, aunque no por ello se excluya la importancia de cultivar el valor de la solidaridad con el grupo social al que pertenecemos, pues ello nos engrandece como personas y nos enriquece por el aprendizaje de las virtudes y valores que aportan el resto de los individuos con quienes sinergizamos.
La autorrealización del individuo se contempla como un proceso progresivo, personal, responsable y liberador que permite al ser humano ir más allá del mundo material que lo rodea, así como lograr una síntesis que integre a sí mismo las polaridades y dicotomías entre las que sobrevive, como son: cuerpo-mente, razón-intuición, materia-espíritu, sujeto-objeto, yo-tú, nosotros-los otros. En ese sentido, la unificación de los opuestos constituye el camino de la autorrealización personal, y en la medida de que se logra, se logra también la realización del grupo social.
Es decir, toda persona, en su proceso de autorrealización, tiende naturalmente hacia el desarrollo del potencial contenido en cada una de las dimensiones propias de su naturaleza, pues la realización de si mismo es lo que constituye el fin más noble y elevado al que el hombre puede aspirar y elegir. Esto significa que el ser humano puede optar por seguir esta tendencia natural y ser en trascendente por sí mismo o trascender dentro del grupo al que pertenece, sin por ello abandonar el valor de su individualidad. ¿Y usted que piensa al respecto? JM Desde la Universidad de San Miguel.
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miércoles, 13 de febrero de 2008

Reflexiones

LAS CUATRO PUERTAS DEL ALMA

Jorge Meléndrez

En los tiempos actuales, una gran parte de la humanidad vive una tremenda soledad por el simple hecho de que ha abandonado la idea de Dios en sus vidas. Ese abandono no significa de manera alguna que ÉL se haya alejado de nosotros, sino todo lo contrario, al hecho de que permitimos que a nuestras vidas lleguen más fácilmente las palabras que el maligno nos dicta y con las cuales orienta nuestras conductas y actitudes. Las asimilamos así, por el simple hecho de que nuestros sentidos están más atentos a las cosas materiales y superfluas que a las que tienen que ver con la espiritualidad.

Al respecto, deseo comentar que hace algunas semanas asistí a una charla conferencia impartida por un Pastor de la Iglesia Cristiana, cuyo tema me pareció atractivo en si mismo, lo que pude comprobar con el contenido disertado. Una de las cosas que llamó mi atención fue el concepto de que el ser humano rige su vida de acuerdo a un modelo de “cuatro puertas en el alma”, el que puede resumirse en la permanente intervención de Jesucristo en la vida de los hombres y cuya muerte tuvo el significado de limpiar el alma de todo lo insano. Es decir: 1. Liberarnos de toda atadura ancestral, 2. Limpiar las impurezas del alma, 3. Sanar nuestras heridas, Perdonando los pecados y las ofensas y 4. Dar la Paz a través de la palabra.

Esto es en resumen, sin embargo, habría que comentar en que consiste la metáfora de las cuatro puertas, con el fin de entender mejor como es que Jesucristo interviene en nuestras vidas.

En primer lugar, debemos de aceptar que una de las puertas que es necesario cerrar para estar en paz con Dios, es la que tiene que ver con todo aquello que nos fue heredado por nuestros ancestros, quienes por falta de un metódico acercamiento a la palabra de Dios, practicaban actos y rituales de magia y ocultismo, condición que ha venido quedando a través de las generaciones posteriores como creencias en mitos, cartas astrales, tarot, adivinaciones, hechicería, magia blanca, ouija entres muchas otras prácticas que las sociedades modernas de todas las edades han practicado alguna vez con mas o menos entusiasmo.

En la medida en la que nos aferremos a este tipo de prácticas de manera inconsciente o no, vamos dejando abierta la puerta para que el maligno permanezca en nuestras vidas dictándonos conductas ya actitudes contrarias a las indicadas por la palabra escrita en el viejo y el nuevo testamento. Basta decir que somos presa fácil de todo aquello que nos significa “comodidad” en nuestra religiosidad, pues hacemos oídos sordos a todo aquello que se nos indica como prohibido.

La segunda puerta, y que al igual que la anterior debemos empezar a cerrar en nuestra vida, tiene que ver con las herencias que registramos en nuestro código genético, las que al igual que las anteriores, significan ataduras en nuestra vida, pues nos condicionan de manera no consciente, a seguir los pasos, de nuestros ancestros inmediatos como son padres, abuelos y bisabuelos. Ese tipo de ataduras tienen que ver con prácticas poco sanas como son los malos hábitos de nuestra vida, y que no nos permiten crecer y desarrollarnos sanamente.

La tercera puerta, tiene que ver mucho más con el ámbito de nuestras actitudes cotidianas y que de alguna manera, nos alejan de la práctica permanente de la palabra de Dios y de su cercanía personal. Aquí entran todos los actos voluntarios o involuntarios que llevamos a cabo y que la iglesia los cataloga como pecados que deben ser confesados en un “Mea culpa” personal frente a Dios o a través de un sacerdote confesor quien puede otorgar la absolución de los mismos. Esta es una de las puertas más difíciles de cerrar, pues implica renunciar a todos aquellos malos hábitos de vida como son los egos que se pegan a nuestro ser y forman parte de nuestro modo de vida cotidiano. Se requiere de una gran fuerza de voluntad y de un permanente encuentro con Jesús y su palabra, único ser que nos conforta el alma después del arrepentimiento.

La cuarta puerta se refiere a todas las heridas del alma que recibimos a lo largo de nuestra vida, muchos de los cuales, quedan como recuerdos dolorosos de nuestra infancia y que por alguna razón no alcanzamos a resolver de manera consciente. Este tipo de herencias, tienen que ver con emociones negativas como el miedo a la vida, las fobias, los temores a lo desconocido entre otros, que muchas ocasiones requieren de intervención de especialistas en el ámbito de la psicología transpersonal o existencial.

Estoy seguro que siguiendo este sencillo modelo de vida, y aprendiendo a cerrar oportunamente cada una de éstas puertas, tendremos una vida más apacible, más cercana a Dios y sobre todo, más llena de satisfacción personal y por ende de felicidad. JM Desde la Universidad de San Miguel

udesmrector@gmail.com
Reflexiones

LA MAGIA DE SABER EDUCAR A LOS HIJOS

Jorge Meléndrez

Una de los aspectos que siempre es necesario evaluar dentro del seno familiar, es la relación existente entre padres e hijos adolescentes, por el simple hecho de que la familia es considerada como el núcleo primario formativo de personas que, una vez adultas, continuarán con los patrones de conducta aprendidos.

Partimos de las premisas básicas de que esta relación, como fenómeno social, ha venido cambiando con el tiempo y además, que en la actualidad en una sociedad como la nuestra, coexiste un amplio abanico de criterios que hacen que la pluralidad sea la constante más frecuente en cuanto a conductas de padres e hijos se refiere. Es importante señalar que lo aquí comentado, esta fundamentado en una serie de lecturas de autores diversos como son educadores, psicólogos, sociólogos entre otros, así como de la experiencia y la observación que durante más de cuarenta años he tenido como profesor de asignatura en distintas universidades del país.

Algunos autores basan sus conclusiones en estudios de carácter científico y otros más en reflexiones empíricas, sin embargo, todo lo aquí señalado solo debe ser considerado como elementos guía de carácter general.

La regla que prevalece en la relación de los padres con los hijos dentro del seno del hogar, es dual, por un lado, los padres consideran que en esa edad los hijos entran en la etapa formativa más difícil de su vida, y por lo mismo, deben de estar más atentos de lo que hacen o dejan de hacer, y en respuesta, los hijos piensan que los padres se preocupan demasiado y asumen conductas donde el desdén a las recomendaciones es una de las constantes más frecuentes.

Es precisamente en ese escenario dual donde se dan la mayor parte de las diferencias de opinión y por lo mismo, las dificultades entre ambos, surgiendo así, los distanciamientos, los enojos, las represiones e incluso los golpes, todo dentro de un ambiente de autoritarismo y rebeldía.

Los padres aún jóvenes donde el adolescente es el hijo mayor, tienen más posibilidades de convertirse en padres comprensivos y altamente permisibles, pues son producto de una generación donde los cambios socioculturales empezaron a aflorar en nuestra sociedad como fiel reflejo de lo que sucedía en el mundo y fueron actores de aquellos movimientos juveniles de la época de los sesenta que de alguna manera, sirvieron como parteaguas de los cambios sociopolíticos que hoy vivimos.

Por otro lado, los padres cuyos hijos adolescentes son los menores, asumen una actitud diferente en la conducción de sus hijos, pues pertenecen a una generación donde aún se conservaban los valores más sustantivos de las familias, como son el respeto irrestricto a los padres, la participación de los hijos en las tareas del hogar, la convivencia en el marco de creencias religiosas sólidas entre otras, elementos todos que les hacen ser padres menos comprensivos de lo que les está tocando vivir a sus hijos y por lo tanto, son también menos permisibles y comprensivos.

Por otro lado, tenemos un elemento adicional, que es aplicable en ambos tipos de familias antes señaladas, y que viene a ser el hecho de que como seres humanos, arrastramos con nosotros los miasmas transgeneracionales que nos han sido heredados y que de alguna manera, son los que norman nuestras conductas y actitudes frente a la vida, las que van desde la represión y la incomprensión, hasta la laxitud y la alta permisibilidad, donde en el primer caso, asumimos actitudes con las cuales, en el afán de formarlos para su bien, les infringimos serios daños emocionales que a la larga los harán seres indefensos e inmaduros y en el segundo caso, personas irresponsables por el simple hecho de que no aprendieron el rol que debían asumir en su vida adulta.

Los hijos de ambos tipos de familias por su parte, conviven hoy en día en un ambiente donde la influencia de la globalización y los avances tecnológicos son la constante más frecuente y por lo mismo, son jóvenes que han aprendido a preocuparse menos por el futuro y a vivir más el presente, sus conductas son más relajadas y mantienen una mayor libertad de conciencia y una espiritualidad más laxa.

Y es precisamente en este escenario general, donde los padres debemos asumir nuestra responsabilidad de ser formadores y orientadores de nuestros hijos, para lo cual, los mejores ingredientes para todo tipo de familias son tres palabras mágicas: Amor, Comprensión y Respeto. Amor, para envolverlos en una tela de calor humano, Comprensión para entender que un día deberán valerse por sí mismo pues ya no estaremos con ellos y Respeto a su individualidad pues son seres humanos distintos a nosotros pues aunque lleven nuestra propia sangre, han abrevado en mundos y culturas diferentes. ¿No lo cree usted así? JM Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com

domingo, 10 de febrero de 2008

Reflexiones

LOS AMIGOS SON COMO UN TESORO

Jorge Meléndrez

Una de las grandes satisfacciones que tiene el ser humano en su vida cotidiana, es la seguridad de contar con grandes amigos, amigos verdaderos en toda la extensión de la palabra, pues la verdadera amistad no se mide ni en sana distancia y en sana cercanía, sino en un sentimiento de solidaridad y de compartir gustos, tristezas y alegrías, aunque muchas veces quedamos en lo anecdótico, la broma, el buen momento ó pasivamente en disposición para lo que se ofrezca. La esencia principal de la amistad, radica en los valores que son el cimiento de las relaciones duraderas, porque el tener amigos sobrepasa con mucho la superficialidad de tener conocidos.

Con el paso del tiempo, la amistad se fortalece sin darnos cuenta, la convivencia ha traído consigo aficiones, gustos e intereses en común, compartiendo preocupaciones, alegrías, tristezas, y la seguridad de contar con un apoyo incondicional. Así es la verdadera amistad, pues el amigo sufre y llora con nosotros y comparte nuestras penas, con la misma intensidad como comparte nuestras alegrías.

En nuestra casa, nos consideramos privilegiados, pues con frecuencia recibimos la visita de verdaderos amigos, con quienes no caben los protocolos ni los eufemismos, simple y sencillamente nos deleitan con su presencia y nos contagian con su entusiasmo. Hoy viernes tuvimos una visita de esta naturaleza, una amiga que llegó con su paso firme y su mirada tierna, y sin mediar explicaciones, nos llenó de presentes exquisitos. ¡Gracias Elida por tu amistad!

Debemos dar gracias a Dios de que existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad, mejor dicho causalidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo pasar el tiempo y hay otras en cambio, que apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Algunos son como las hojas de un árbol, del árbol de nuestra vida, donde los primeros amigos incondicionales son nuestros padres, que nos muestran lo que es la vida, luego valoramos a nuestros hermanos, con quienes en ocasiones nos une una buena amistad y con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros, y luego, el tiempo nos enseña, a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien, esos son nuestros verdaderos amigos.

A muchos de ellos los denominamos amigos del alma y del corazón, pues son sinceros e incondicionales pues saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz y lo que necesitamos sin que se lo pidamos.
Un amigo(a), es como un bálsamo a nuestras penas, un brillo de alegría a nuestros ojos, una música para nuestros oídos y muchas veces, una oración para nuestras angustias, pues acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca. También hay amigos distantes, sobre todo aquellos que están en la punta de las ramas de nuestro árbol y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra y aunque no los vemos seguido están siempre cerca en nuestro corazón.

El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestras vidas.

Cada persona que pasa en nuestra vida es única y siempre, siempre, deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros, sin embargo, habrá también los que se llevarán mucho y, habrá de los que no nos dejaran casi nada. Esta es la situación en la que se comprueba que dos almas no se encuentran por casualidad.
Es de gran utilidad considerar la gran importancia que tienen los valores para fortalecer el valor de la amistad, entre los más importantes se encuentran la congruencia, la flexibilidad y el respeto. La congruencia con el fin de mostrar una personalidad única con todas las personas y en todos los ambientes, la flexibilidad para saber como entender nuestras diferencias y el respeto, para entender que son precisamente las diferencias lo que nos une y no lo que nos separa, y no pretender que sean a nuestra imagen y semejanza.

Así es la amistad, un tesoro de valor inexplicable, pues nos facilita la comunicación y permite a su vez acrecentar nuestro círculo de amistades. Debemos tomar en cuenta que una amistad de conveniencia, no será nunca una amistad verdadera, pues el valor intrínseco de la amistad es la incondicionalidad con la que se prodiga. JM Desde la Universidad de San Miguel.

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