miércoles, 13 de agosto de 2008

Reflexiones

DON JORGE DEL RINCÓN; EJEMPLO VIVO DE LAS VIRTUDES CARDINALES
Jorge Meléndrez

No tengo duda alguna que perder a un hijo es un dolor tan grande que no tiene explicación ni sentido, incluso aún cuando la pérdida está precedida por un accidente o una enfermedad inesperada, pues es un suceso fuera de la lógica temporal, donde lo natural es que los hijos sobrevivan a los padres y no a la inversa.
Perder a un hijo(a) es tan indescriptible que ni siquiera hay un nombre para designarlo, pues cuando perdemos al cónyuge, somos viudos(as) y cuando perdemos a los padres, somos huérfanos, pero perder a un hijo(a) es algo que solo tiene explicación cuando asimilamos la pérdida afianzados en la fe y la esperanza como virtudes teologales que nos dan la certeza de que los designios del Altísimo están por encima de toda explicación y lógica humana. El día de ayer por la mañana, entré a la sala funeraria y a cierta distancia pude ver a Don Jorge y a su hijo Germán recibiendo las condolencias de los amigos, y con el respeto que la ocasión ameritaba, me fui acercando para manifestarles a ambos la pena y el dolor que nos ha causado en nuestra familia la lamentable pérdida de Marco Iván, sin embargo, en ese momento pude hacerlo solo con Germán, pues Don Jorge tuvo que atender una inesperada llamada de su celular.
Esperé a que terminara de hablar, y pude darle el abrazo solidario al amigo, quién me sorprendió con su entereza, su fortaleza y su templanza, lejos del abatimiento y el rencor, un hombre de una pieza entera, y con una mirada viva que refleja la fe en Dios y una vida plena en su gracia espiritual. ¡No puede ser de otra manera!, me dije a mi mismo, solo cuando se vive en plenitud con Dios, se puede tener una actitud como la de Don Jorge, a quien admiro como hombre de bien y empresario entregado a las mas nobles causas a favor de la sociedad.
A partir de ese instante, mi admiración a crecido aún más, pues es el fiel reflejo de cómo debemos vivir nuestra vida cristiana. Y no puedo dejar de mencionarlo, también le dimos nuestro pésame a Doña Elisa de Del Rincón, y junto con el abatimiento del dolor de una madre, percibí de nuevo la fortaleza y la templanza que estoy seguro viven en comunión como esposos. Son en verdad un ejemplo de vida en la fe cristiana. No creo que ninguna madre que haya perdido un hijo guste de un adjetivo como el de ser viuda o huérfana, pues el amor de una madre hacia los hijos, es lo más fuerte que existe, tanto que la relación nunca se pierde pues el hijo vive por siempre en el corazón de una madre.
El mejor ejemplo de entereza nos lo dio la virgen María frente al calvario de su hijo Jesús, quién a pesar del dolor de perder a su amantísimo y único hijo, supo enfrentar la adversidad con humana entereza. Hoy la iglesia le llama "La Dolorosa" a la imagen de la virgen que lloró la muerte de su hijo, o bien, "La Piedad" a la hermosa escultura de Miguel Ángel y que representa la muerte del hijo en los brazos de la madre.
Pero a pesar de ello, estos nombres no han tenido la estatura gramatical para ser considerados como nombre para este suceso. Hay un pequeño breviario cristiano cuyo autor, el Dr. James Dobson, intituló "Cuando lo que Dios hace no tiene sentido", y cuyo valor espiritual radica en que narra una serie de sucesos que solo tienen explicación afianzados en la fe y en la práctica de las virtudes cardinales, donde la Prudencia nos enseña la manera en la que debemos conducirnos tanto frente a las cosas ordinarias como extraordinarias.
La justicia es la que nos permite llenar nuestro corazón de amor de misericordia y caridad por nuestros hermanos, pues es un principio fundamental de la existencia y coexistencia de los hombres.
La fortaleza, es la virtud que de acuerdo a la doctrina del Santo de Aquino, se encuentra en el hombre que está dispuesto a afrontar los riesgos de vivir y dispuesto a soportar las adversidades que la vida nos presenta, sin perder de vista la verdad y la justicia divina. La virtud de la fortaleza nos permite enfrentar los miedos naturales y nos da la fuerza para superar la debilidad humana y, sobre todo, el temor a lo incierto e inexplicable a los sentidos.
La templanza por su parte, es la virtud que nos capacita para vivir en armonía y equilibrio emocional; es la que nos permite vivir controlando y canalizando adecuadamente nuestras tendencias naturales, es el justo equilibrio entre el desenfreno y la insensibilidad humanas, razón por la cual también se le identifica con la sobriedad de vida.
A toda la Familia Del Rincón, les reafirmamos nuestras sentidas condolencias. ¡Gracias Don Jorge por ser un hombre ejemplar! JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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